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  • El Malensañado

Reflexión individual acerca del transcurso de la asignatura (Álvaro Delgado Ponce)

A inicios del cuatrimestre tenía unas ideas muy marcadas sobre qué era el periodismo y cuál era la labor del periodista. No eran para nada favorables y, con el paso del tiempo y teniendo la oportunidad de ponerme en la piel de uno me doy cuenta de cuánto trabajo es necesario para alcanzar la comprensibilidad y la simpleza en un texto. Desde hace tiempo ya, observo toda la información que se nos es dada en los medios con más devoción y a la vez con un juicio, a mi parecer, más profesional y que es capaz de poner en duda lo moral pero también lo profesional (forma y fondo) de cada artículo.


Y es que si antes pensaba que lo que separaba a un periodista de cualquier otro tipo de escritor era su temática de actualidad (sometida a los gustos de una mayoría) y su capacidad de mantener y llamar la atención (eso sí, con titulares y declaraciones engañosos que solo tenían como interés principal captar público y no dar el mejor contenido) ahora considero que la labor del periodista es una mucho más invisible, y tal vez por eso sea en ocasiones criticada.


Lo que define una buena noticia o un buen reportaje es que sea comprensible por el mayor número de personas posibles. Extraer la base de información más pura y no solo seccionar nuestra subjetividad, también los artificios que embellecieran el texto. Todo lo accesorio puede entorpecer en una noticia. Esa fue la primera lección que aprendí una vez entregué los primeros borradores. Con esto no destaco que haya ninguna tiranía de lo objetivo o robótico ni nada parecido. Al contrario, hay que comprender muy bien al ser humano para administrar cuantos datos son necesarios para que comprenda un hecho y más aún saber cuánto tiempo pueden dedicar a tu texto.


De repente los medios dejaron de ser esos agentes que configuraban la realidad de la mayoría de personas para ser aquellos que explicaban lo que ocurrían, que filtraban (o deberían filtrar) de forma responsable la información. La selección, saber qué es fiable y qué no, es algo que cuando empezamos a redactar parecía poco importante y que al final se convirtió en algo obsesivo para los cinco miembros de nuestro grupo. Internet no te aseguraba nada, tenías que ver y preguntar por cuenta propia. Y aún así era necesario contrastar.


Y esta necesidad de veracidad, de que no todo sea válido cuando pretendemos informar. Y esto no nacía de un compromiso con ningún público (ya que solo teníamos a nuestros compañeros) si no de una profesionalidad a la que aspirábamos. Es cierto que el periodismo siempre interpreta la realidad pero queríamos que nuestra interpretación naciera del contraste de muchas otras. Esto ocurrió sobre todo en los reportajes en los que buscábamos riqueza informativa. Aunque también se nos pedía ser creativos y entretener.


Esto último fue en parte un conflicto para nosotros al recoger los testimonios. Las declaraciones se cortaban por dos motivos. El primero era cuando dejase de ser “interesante” o “relevante” y el segundo por temas de ritmo y atención. Y es que algo vital en cualquier pieza es que el lector o espectador no salga de tu narración en ningún momento. Debemos entretener. Pero cuando lo que ofreces es información comienza el conflicto. El periodismo compite con deportes y demás opciones de ocio que tiene cualquier persona en su día a día pero su labor no es tan “banal” o accesoria como todo lo demás.


Entonces es preciso un equilibrio que, personalmente, me fue muy difícil de comprender. No quería sacrificar información por aburrida que fuera. Pero entonces nos señalaron la diferencia entre cualquier artículo periodístico y uno científico: el primero tiene más en consideración al público. Y entendí que el periodismo necesita ser accesible para todos, no resultar divertido o disfrutable. Y puede que ese fuera el descubrimiento más gratificante del curso, saber que el periodismo no se configura en torno al público, si no que encuentra su razón de ser en él. Estar al servicio del público no es sacrificar información, es informar y, esencialmente, comunicar.


De los tres formatos las entrevistas fue el formato en el que más profundicé. Todos los cuestionarios que elaboramos sufrían de algo parecido a lo ocurrido en el reportaje. Saltábamos de pregunta en pregunta y todo se sentía mucho más dirigido y forzado. La guía de nuestros profesores fue muy importante en estos aspectos ya eludieron cualquier regla y nos pidieron que se sintiera natural. Y era particularmente curioso cómo entre cinco personas no conseguíamos ordenar las preguntas para que siguieran una progresión sencilla y fácil de seguir. Si distribuíamos todo en bloques quedaba muy claro qué podía interesar y qué no, si partíamos de un punto era muy difícil saltar a otro sin que se notara el discurso que pretendíamos hilvanar.


La solución que se nos dió fue obviar por completo las respuestas que esperábamos y hacernos las preguntas a nosotros mismos y nuestros seres cercanos. Siempre que preguntamos debemos dejar los discursos de lado y preguntar con una curiosidad a la que no presupongamos ni antepongamos nada. De esta forma las preguntas comenzaron a estar mejor dirigidas y el orden mucho más razonado. Al llevarla a cabo el entrevistado fue respondiendo las preguntas y pasando por los temas llegando a no hacer falta realizar más de cuatro preguntas.


Dicha experiencia me hizo reflexionar sobre la importancia de lo invisible dentro del periodismo. Si previamente señalaba cómo lo había simplificado mentalmente ahora puedo ver que nada es innato. Si una entrevista fluye es porque hay profesionales que se han encargado de que no haya contrastes imprevistos y que, además, las curiosidades de los espectadores se vean satisfechas. Para ello debemos jugar con el contenido (por determinar) que queremos obtener y cómo lo ofrecemos.


Debemos sacar el máximo partido a todo para que nada resulte incompleto. Lo sonoro, el formato radiofónico con su poder de abstracción nos sirvió para una entrevista (que finalmente no pudo grabarse) con un grupo de música independiente. El texto escrito priorizaba, según nuestro punto de vista, la información por encima del personaje. Y el video necesitaba de algo destacable a mostrar. Por ello, tanto una colorida tienda de cómics como negocios de ropa vintage nos parecieron las mejores formas de aprovechar dicho formato, de ser visuales (también consideramos que inmediatamente las personas que escucharan o leyeran sobre este contenido acudirían a referencias visuales, por lo que no tendría sentido no ofrecerla ya de por sí) y dar referencias que nuestro lector pudiera encontrar útil.


Por encima de todos los apartados en general, lo que más conflicto ha desatado en mí como creador de contenido periodístico es el concepto de “noticiabilidad”. Como alumno no he tenido problema en aprenderlo y como lector puedo identificar qué es noticia y qué no. Sin embargo, cuando debo decidir sobre qué hablar y qué no, qué quiero mostrar al mundo y qué no, es cuando me doy cuenta de lo que supone ser periodista.


Desde la elección de la temática de nuestro medio quisimos enfocar todo al cine y gustos más personales y nos costó mucho optar por otro enfoque. Al avanzar y ver los problemas que tenían otros grupos en lo relativo a encontrar fuentes, a diferenciar opinión de información, a aportar propuestas originales… nos dimos cuenta de que hicimos bien optando por un periódico local.Y es que eso ha sido en esencia lo que ha significado estos cuatro meses para mí, dejar de lado las ideas previas y centrarme en informar, formar y entretener, en poner todo al servicio de la sociedad. Y, de alguna forma, establecer el retrato que ella quiera y se merezca con una responsabilidad y profesionalidad que espero haber aprendido.

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