Según lo estipula la RAE[1], la palabra desinformar es aquella acción y efecto de desinformar. Su siguiente definición la describe como “falta de información, ignorancia”, siendo esta ultima un tanto capciosa por el uso indebido del término ignorancia, ya que qué justamente el “no saber” o desconocer conlleva a que un individuo desee informarse. Pero, es allí donde se incurre a una posible desinformación. Dependiendo de cuál sea la fuente en la que se busquen conocimientos/ saberes desconocidos para esclarecerlos, se puede volver uno más ignorante aún, siendo que detrás se encubre, la gran mayoría de las veces, una intencionalidad por parte de aquellos que dicen estar contando una verdad. Esta intencionalidad (positiva o negativa), con intereses económicos, políticos y/o estrategias de gobiernos en el fondo, se vuelca en una ausencia de información, de datos, e incluso en una manipulación de los mismos.
El termino propiamente dicho tiene sus inicios a fines de la Primera Guerra Mundial, cuando los rusos que emigraron a Francia relataron que la policía política bolchevique utilizaba la expresión desinformatzia para referirse a todas aquellas acciones dirigidas desde el interior y exterior del país destinadas a impedir la consolidación del régimen comunista en Moscú. El uso de la palabra comenzó a expandirse a la población, haciéndose más frecuente en el habla e incluso paso a incorporarse a diccionarios y enciclopedias. Luego de varios años de redefiniciones (la primera fue en 1949, en donde el Diccionario de la Lengua Rusa definía a la desinformación como “la acción de inducir al error por medio de informaciones mentirosas”), en 1952 el termino pasó a formar parte de la Gran Enciclopedia Soviética quedando definida como la distorsión que los Estados Unidos ejercían sobre la opinión pública mundial a través de su enorme potencial informativo (Jacquard, 1988). Esta definición dará pie para que los demás gobiernos estén alerta acerca de las influencias tanto norteamericanas como soviéticas con respecto a las comunicaciones de estas hacia el resto del mundo, ya que el globo se encontraba bajo su influencia constante, siendo la propaganda política una de las herramientas más utilizadas.
En la actualidad el término desinformación abarca un amplio espectro, ya no tanto para usos bélicos, pero sí para un posible dominio externo. Se habla entonces de desinformación mediática, económica, empresarial, política, social y e incluso hasta cultural, ligada siempre a una intención por detrás, asociada a los intereses del emisor que esté reproduciendo los contenidos. Y es esta intencionalidad el elemento clave, según Van Dijk (2006), ya que el emisor envía el contenido a la audiencia y espera su recepción con un objetivo de fondo, que es que estas lo internalicen y lo reproduzcan. De esta forma comienza a poseer poder de influencia sobre un grupo, y así sucesivamente hasta lograr penetrar sobre toda una sociedad, e incluso una nación.
Es en sí la búsqueda de un beneficio propio, ya sea de un grupo empresarial ligado a los medios o el gobierno que se encuentre de turno, que desean incidir con su formas de pensar, actuar, etc., manipulando, en el peor de los casos, a toda una población. Y es esta población engañada la que termina creyendo y reproduciendo contenidos falsos o verdades a medias sin saberlo, ya que no son conscientes de la existencia de tal manipulación que muchas veces se encuentra detrás de un simple titular del diario del domingo.
Aunque el planteo de este escenario lleve a pensar en una sociedad creada en base a mentiras, engaño, ocultamientos, en una especie de censura cotidiana llevada a cabo por un holding de empresas de medios masivos de comunicación, del otro lado de la moneda se encuentran los medios alternativos, cuya función está relacionada a desencriptar a estos grupos empresariales y brindar a la sociedad un modo de observar los hechos de la realidad sin ningún tipo de pretensión por detrás.
La prensa alternativa o los medios de comunicación alternativos se encargan de denunciar públicamente, en sus diversas plataformas, aquellos contenidos que son manipulados o que ocultan un interés particular ajeno completamente a la esencia básica del periodismo, que es informar y difundir lo más objetivamente a la sociedad en la que se encuentran de los hechos cotidianos que acontecen. Según Pascual Serrano, “se trata de proyectos que buscan difundir contenidos que responden a un interés social al margen del mercado y que no se dejan condicionar por sus limitaciones ni principios”[2].
Son justamente, como lo dice la palabra, medios alterativos a los de la prensa dominante. No poseen como fin obtener una ganancia, y los contenidos que publican o que desean publicar no están relacionados ni ligados a posibles contratos de publicidad. En Brasil por ejemplo, estos medios son denominados como “mídia livre” (“medios libres”), aunque dicha palabra no sea precisamente la que más los caracterice en la cotidianeidad.
Estos tipos de medios forman parte de un modelo comunicativo que “busca informar para inconformar, para sacudir las conciencias de aquellos a quienes les sobra y para remover la pasividad de aquellos a quienes les falta. Las noticias, bien trabajadas, aun sin opinión explícita, sensibilizan sobre estos graves problemas y mueven voluntades para resolverlos. Se puede informar de la inauguración de un colegio o de los colegios que faltan para garantizar la alfabetización de una comunidad. Por eso es fundamental la selección de los contenidos dignos de ser tratados, la contextualización adecuada y el análisis preciso”.
Los medios alternativos de esta manera colaboran para dejar en evidencia un modelo dominante que manipula, censura y desinforma en pos de intereses de poder. Pone a favor de la sociedad las herramientas necesarias para que las personas desarrollen un espíritu crítico, que les permita diferenciar lo que es información manipulada de lo que es información en estado puro, develando la realidad a la que rigen los grandes medios. Y es allí donde sucede el verdadero periodismo. Ese periodismo que se destaca por su independencia, el cual no está condicionado por agentes externos que buscan ganancias detrás de la publicación de una determinada noticia; el que investiga a fondo y corrobora con múltiples fuente la veracidad de datos; el que está amparado por una legislación a nivel internacional como lo es tener la libertad tanto al acceso como a la difusión de información[3]; el que sin importa el gobierno de turno denuncia actos corruptos y una posible manipulación de la opinión pública, el que está abierto a la participación y colaboración de la ciudadanía en su ejecución. En conclusión, un verdadero periodismo es, según un reconocido escritor, “el mayor garante de la libertad, la mejor herramienta de la que una sociedad dispone para saber qué es lo que funciona mal, para promover la causa de la justicia y para mejorar la democracia"[4].
[1] Real Academia Española. https://dle.rae.es/?id=D6c3AyF
[2] Serrano, Pascual (2011). Prensa Alternativa. Universidad Nacional Autónoma de México.
[3] “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión “. Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948)
[4]José Manuel Calvo Roy, (2006, octubre 13). Vargas Llosa: "El periodismo es el mayor garante de la libertad", El País.