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  • El Malensañado

Jam Sessions: Los espejos de la Malasaña más pura

Sesiones que comparten esencia, espíritu, características y casi hora cumbre con el famoso barrio madrileño; las Jam Sessions son una manera de vivir de manera concentrada la experiencia de Malasaña.

Malasaña fue y es para muchas personas un auténtico lienzo en blanco, una suerte de escenario vacío en el que muchas personas han logrado transmitir y proyectar a las luces y las sombras que conforman el barrio su arte, su grito. Y, como todo grito, ha logrado llamar la atención, “estorbando” a los metropolitas de la ciudad de Madrid. Un espíritu libre que comparte esencia con los verdaderos escenarios de ciertos bares de Malasaña, preparados expresamente para “estorbar” con su show a sus clientes y a los que se suban a él de la mejor manera posible: con las Jam Sessions.


Todo lo que sea una reunión de personas a las que se les pueda amplificar su arte a través de unos altavoces puede llegar a ser considerado como Jam Session o lo que también se conoce como sesión de improvisación. Así, puedes llegar a encontrar desde las más tradicionales, históricamente hablando, como las musicales hasta las incipientes en la actualidad nacional como las literarias. A pesar de que en la primera sí se requiera de habilidad y, en la mayoría de los casos, de compañía (no quiere decir esto que para las segundas no se necesite ser habilidoso, pero no es necesario estudiar para ello), sendas sesiones se ofrecen para el mismo objetivo y con las mismas herramientas.

Pequeñas y no tan pequeñas salas recogen de domingo a jueves (y alguna otra que se salta la tradición) a multitud de artistas y espectadores, pescándolos a todos ellos del mar nocturno madrileño para ofrecer un espectáculo en donde la improvisación y la poca vergüenza son el eje desde el cual parten uno o varios micrófonos (dependiendo del local y del tipo de Jam que ofrezca) para todo aquel que quiera expresarse por medio de su voz o de su instrumento, siempre y cuando la timidez no impere en el dueño temporal de los mismos.


La sala Aleatorio acoge durante toda la semana a numerosos (y desconocidos en su mayoría) a escritores y poetas de la ciudad, del país o del mundo. (Fuente: El Malensañado)

La chispa

El lunes 22 la sala Intruso Bar, los de DeTodo Jam impartieron su lección de funk y soul a todos los oyentes. (Fuente: El Malensañado)

Y así es como empieza una de estas amistosas luchas. Como si se tratase de un fuego a encender, una persona intenta con su chispa encender la primera llama. En un inicio y a pesar de prender bien, esta es débil. No obstante, ya empieza a arder y a sonar. De esta misma manera inició, a las once de la noche del lunes 22 de abril, los de DeTodo Jam su sesión de soul y funk en el Intruso Bar, bajo los tonos de una improvisada y por tanto única “I Will Survive”, única e irrepetible como cada uso de cualquier mechero, como cada versión de las canciones que continuaron. Es esta magia del momento, este instante irrepetible otra de las muchas cosas que comparte este tipo de sesiones con el alma de Malasaña. Un espíritu que, en ocasiones, se ve en la necesidad de “ser grabado para el recuerdo”, para que no muera tan pronto, como comenta Dani, coordinador y camarero de este.


Malasaña ofrece una gran cantidad de sesiones de este tipo precisamente por esta naturaleza compartida de la que se habla. No solo se trata de un barrio único y espontáneo, diferente casi cada noche. También en su historia se muestra como un barrio que ha dado voz (y fuerte) a las personas que estaban por conocer, a los talentos aún entre la maleza de asfalto. Así relata Escandar, poeta y coordinador de Jams en el bar Aleatorio y en Alevosía, diferentes experiencias de variados poetas y escritores que acuden de semana en semana.


La gran llama


Conforme pasaban los relatos que se leían el pasado martes 23 en el Aleatorio bar, los silencios se iban haciendo más y más cortos. De pronto, “estorbar” no resulta una palabra factible para definir lo que ocurre en el escenario. Poco a poco, el calor del fuego ya encendido va tomando la totalidad de las diferentes salas y va creciendo. Los poemas se van sucediendo a cada cual mejor, los sacos improvisan solos eternos y únicos y, en general, todo empieza a rezumar una verdad inexorable: la realidad pura de la Jam Session. Los instrumentos se descubren a sí mismos, descubren su rol encima de la tarima en cuestión. El batería mantiene el motor en marcha, con sus pequeños momentos de brillo pero, sobre todo, haciendo brillar. El teclado y el bajo funcionan de la misma manera, dando la base melódica. El saxo y la guitarra brillan por cuenta propia, luchando como en un rock n’ roll o bailando un vals, pero esperando a quien todo el mundo espera en cualquier tipo de Jam: la voz.

Jam-On, el día 24 de abril, logró ofrecer un espectáculo variado en la sala BarCo gracias a la intervención de los espectadores. (Fuente: El Malensañado)

Las sesiones, bien a su favor o bien en su contra, son aptas para todo el mundo. Nadie se queda fuera a la hora de transmitir su arte y absolutamente todo el mundo parte desde el mismo nivel. Tanto es así que, habitualmente, el acceso a sala durante las Jams es gratuito, para que nadie tenga trabas económicas de ningún tipo. Regresando a las esencias y a los orígenes de la Malasaña que conocemos, este mismo espíritu anticapitalista se llega a observar en este reflejo puro. A pesar de que en la actualidad no exista tanto esto último, cierto es que se mantiene esa falta de prejuicios. Como igual mencionaba Escandar, en estas Jams “nadie puede decirle a nadie que no puede hacer poesía”. Ni poesía ni nada en este mundo interno es censurable y es por eso que todos aportan lo que tienen (hasta, como ocurrió en Intruso, con silbidos).



De la misma manera que se estructuran las sesiones internamente, así se relaciona este tipo de espacios con sus vecinos de la noche. Todos los dueños de los locales de Jam comparten la misma opinión respecto a la competencia: no se considera como tal. Todos conviven, se apoyan y comparten público. De esta manera, los locales comparten otro fragmento de la esencia de Malasaña. Se trata de un espíritu de comunidad que mueve a la gente de techo en techo, en ocasiones hasta volviéndose habituales.


La gran llama


Pero no todo son luces lo que se refleja en las Jams del barrio. Como bien se mencionaba antes, también las sombras se hacen cargo del paisaje de estos locales. Según fuentes cercanas a la sala BarCo, se puede llegar a percibir en los últimos años una desvirtuación de este fenómeno, pasando a ser únicamente parte de una incipiente moda “cultureta” sin ningún significado y motivo más que el de aparentar. Cierto es que las Jam Sessions existen desde los años 30 y que, si uno se apega a la definición elemental de esta, desde mucho más tiempo atrás, en palabras de Dani. A pesar de esto, es innegable que este género del espectáculo ha perdido parte de su esencia alternativa al perderla Malasaña en ese vertido hacia lo “trendy”.


Otro de los aspectos que mancilla esta especie de honor de las sesiones, por lo que daba a saber el entrevistado en BarCo, es el público. En España y, por ende, en Malasaña la educación musical no ha sido de calidad nunca. Esto ha hecho que se aprecie poco, y cada vez menos, la figura del músico. Así, en las Jams musicales (igual ocurre en las literarias, aunque de manera no tan polarizada), el público se secciona habitualmente en cuatro: el músico que desea que acabe el del escenario para poder subirse él, la persona que se acerca al local a tomarse dos o tres copas con música de fondo, el que desea dar la nota (discordante en este caso) haciéndose el gracioso y, el que más en declive se encuentra, el que desea escuchar.


Tristemente, en muchas ocasiones los únicos que se encuentran en el último grupo son los mismos que conforman el grupo de Jam. Así ocurrió en la sesión del miércoles 24 que el vocalista de “The Jam-On” Jay Rivera no paraba de preguntar por músicos en la sala, sin lograr mayor respuesta positiva que la de los amigos que le visitaban. No en vano improvisaron un triste blues con el nombre de “Desolated Boat”, en referencia a la igual triste situación en la que tocaban. Afortunadamente, la noche se fue animando conforme pasaban las horas, como siempre ocurre en Malasaña.


Las brasas


A pesar de todo, muchas personas, como se mencionaba anteriormente, dedican gran parte de su día a día (o de su noche, mejor dicho) a moverse por todas las Jams que les dé tiempo. Desde el mismo domingo hasta el jueves, todas las noches van a un par de sesiones a participar. Gente que no se dedica expresamente a ello y que pueda dedicarse a cualquier otra cosa (como el caso de Archimaldito, una figura reconocida dentro de Malasaña y de las Jams que es técnico de sonido) acuden como feligreses a sus templos, lugar en donde conocen tanto a grandes artistas como a personas con un gran potencial. Hay casos, como el nada más mencionado, en los que estos “gurús” de la Jam Session malasañera empiezan a reconocer por actitud y por la propia mirada. Estos hacen de las mismas prácticamente una forma de vida, como lo es el barrio.


Hay tres locales a los que ir si se desea experimentar este “modus vivendi” en prácticamente todos sus rasgos, sus aspectos y sus esencias. El primer lugar es la sala BarCo. Con años y años de experiencia, es uno de los lugares de referencia para bandas y espectadores. Un segundo lugar sería Aleatorio. Heredero del Bosque en lo que a los Open Mic respecta, es excelente para redescubrir la literatura e, incluso, la pintura. Por último, el local más apegado que se puede encontrar en Malasaña a lo que es la Jam Session, con diferentes tipos y diferentes “mundos”, como dice Dani, es el Aleatorio Bar. Un local que también aloja a monologuistas y que puede colgarse la medalla de ser uno de los primeros shows en ofrecer un Comedy Club LGBT.


Uno de los aspectos más llamativos de todas las canciones que se improvisan es el final. Si hubiera algo que demostrase la magia de las Jam, con sus más y sus menos, es la coda. Cierto es que hay una suerte de códigos, de señales y miradas que hacen los músicos para indicar que hay que acabar la pieza en cuestión pero, si solo fuera por un signo hecho por la cantante o el guitarrista, sería imposible que ocurriera lo que ocurre. No podrían existir esos finales tan variados, tan únicos como la chispa que les enciende, tan únicos como Malasaña.


(Fuente: El Malensañado)

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